TEXTO COPIADO DE LA PRENSA DE HOY MIERCOLES 2 DE FEBRERO:
La sensación de estar viendo «resucitada» una primitiva forma de vida después de unos 110 millones de años. Así es como se sintió el grupo de investigadores que ha descubierto viva en Namibia una especie de mosca, de la cual la primera referencia que se tiene es la de un fósil hallado en los prestigiosos yacimientos de ámbar de Araba.
«Descubren con vida en Namibia una ancestral mosca vasca». Era el llamativo titular ayer de la agencia de noticias que difundió el hallazgo de un equipo internacional de paleontólogos liderado por el experto catalán Xavier Delclòs, de la Universidad de Barcelona, en el macizo montañoso Brandberg, en el desierto de Namibia. «No me parece un titular desacertado, pues la primera vez que se conoció la existencia de esta peculiar mosca fue en el ámbar de Álava. Lo curioso es que desde hace más de 100 millones de años no hay registro de estas peculiares moscas y ahora se ha encontrado viva para sorpresa de los especialistas», lo ratifica Enrique Peñalver, uno de los principales expertos españoles en insectos fósiles conservados en rocas laminadas y en ámbar.
Así es. Hace años, en los excepcionales yacimientos de ámbar de Urizaharra (Araba) se descubrió esta mosca descrita entonces como un nuevo género -el rango que esta por encima del nivel de especie-. Y se la bautizó como Alavesia subiasi. El ámbar de los yacimientos alaveses es extraordinariamente rico en este sentido, y tiene, por añadidura, la fortuna de ser uno de los dos que existen en el mundo (junto a otro en el Líbano), en los que las inclusiones biológicas se remontan a hace 115-120 millones de años.
Después de dar con aquella `prisionera' en el ámbar alavés, se encontró este mismo tipo también en ámbar de Asturias y en la lejana Myanmar, igualmente de los tiempos de los dinosaurios, aunque no tan antiguas como el ejemplar `babazorro'. La sorpresa mayúscula salta ahora cuando los investigadores han dado con esa misma mosca, pero viva. No es de extrañar que sus descubridores aseguren que experimentaron la sensación de estar viendo «resucitada» una primitiva forma de vida que se creía extinta.
Un hallazgo insólito
«Hay que indicar que, actualmente, se conocen 120.000 especies distintas de dípteros (moscas y mosquitos) en los ecosistemas actuales y Alavesia se acaba de encontrar ahora, ¡cuando creíamos que se había extinguido muchos millones de años antes de la extincion de todos los dinosaurios!», enfatiza el biólogo Peñalver, de la Universidad de Valencia.
Un hallazgo que no es un hecho cualquiera, ya que ha pasado muy pocas veces en la historia de la Paleontología. En 1906 se descubrió el primer caso de `fósil viviente': un okapi, pariente con cuello corto de las jirafas, en las casi impenetrables selvas del Congo. El animal sólo era conocido por restos fósiles y se creía extinguido desde hacía 30 millones de años. Pero, sin duda, el hallazgo más famoso ocurrió en 1938 cuando unos pescadores capturaron en sus redes cerca de Madagascar un pez «insólitamente» primitivo del que luego se hallaron ocho ejemplares más. Era el celacanto.
«Ha cambiado poco»
La primera descripción de Alavesia subiasi, hace doce años en Urizaharra, fue realizada por Antonio Arillo, investigador en la Universidad Complutense, y Saskia Waters, entonces investigador en el Instituto Bernard Price de Johannesburgo. La segunda, Alavesia prietoi, hallada en Asturias, fue descrita por el propio Enrique Peñalver y Arillo. Entre aquellos fósiles y la mosca viva revelada ahora se da una morfología peculiar por sus antenas y ciertas características de la nerviación de las alas.
«Lo que podemos decir es que las moscas Alavesia han cambiado poco en los últimos 110 millones de años y que durante el Cretácico, en tiempos de los dinosaurios, eran mucho más comunes que en la actualidad y se encontraban en partes muy distanciadas del planeta, como se puede constatar», explica el biólogo valenciano. «Lo que ahora se ha descubierto en Namibia son dos especies de Alavesia algo distintas a las fósiles, que constituirían una población residual de un pasado muy antiguo y con un área de distribución amplísima», añade.
Hace 110 millones de años, cuando aquel singular ejemplar de mosca quedó atrapada en aquella lágrima de ámbar alavés, los Pirineos aún no existían y, en su lugar, un angosto mar bañaba la superficie desde Cantabria hasta Teruel. Los insectos compartían este ecosistema cálido, con una temperatura media de 40 grados, con dinosaurios de hasta 10 metros de largo.
En el hábitat donde ahora se ha localizado esta misma mosca parece que la evolución ha sido más lenta y ha quedado como una «isla del pasado». Esta zona cerca de la costa de Namibia, una intrusión granítica circular de 650 km2 encajada en medio de este desierto africano, se abre para los expertos como «una ventana a tiempos remotos».