El trabajo de los paleontólogos aragoneses, clave para datar los restos de Atapuerca
La doctora Gloria Cuenca-Bescós es responsable del estudio de la microfauna
La doctora en Geología de la Universidad de Zaragoza Gloria Cuenca-Bescós es desde 1991 la investigadora responsable del estudio de la microfauna en el yacimiento burgalés de Atapuerca. Esta profesora titular del Área de Paleontología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza ha dirigido las líneas de análisis desarrolladas con los fósiles de los microvertebrados de Atapuerca que permiten hacer lo que técnicamente se conoce como una datación relativa. Estos investigadores recogen los fósiles vegetales y animales que aparecen en las distintas capas del yacimiento, los estudian y los comparan con los aparecidos en otros yacimientos europeos para sentar las bases que permiten establecer la antigüedad de los mismos. Es lo que se denomina bioestratigrafía. "Los fósiles humanos se encuentran junto con otros fósiles, los de los animales y plantas que vivían en la región. Los animales más pequeños son muy numerosos, ocupan amplias regiones geográficas y evolucionan rápidamente, con lo que podemos establecer correlaciones entre distintos yacimientos paleontológicos y arqueológicos. La edad que obtenemos es relativa, es decir, podemos deducir que tal o cual mamífero vivió antes que el de otro yacimiento por sus caracteres más o menos evolucionados y por su presencia o ausencia", señala Gloria Cuenca-Bescós.
Un premio a mucha gente El trabajo de estos investigadores es, pues, de gran importancia para datar la antigüedad de los restos humanos que aparecen en Atapuerca. Así ha ocurrido en el caso del último gran hallazgo acaecido en el yacimiento burgalés, cuya publicación en la revista "Nature" supone, en palabras de Cuenca-Bescós, un reconocimiento al trabajo de mucho tiempo de un equipo por el que han pasado muchos investigadores a lo largo de las diferentes campañas de trabajo en el yacimiento y en el laboratorio.
En el estudio de "Nature" se resalta la datación del nivel TE9, donde apareció la mandíbula cuya antigüedad se ha fijado en 1.200.000 años, por medio de una combinación de varios métodos: bioestratigrafía, paleomagnetismo y cosmogénicos.
Esta investigadora destaca que su equipo ya manejaba la hipótesis de que aparecerían restos de homínidos que habrían vivido en la región hace entre un millón y un millón y medio de años. En su opinión, la excavación de los niveles que todavía quedan pendientes puede deparar más sorpresas, ya que de los indicios y restos hallados hasta ahora se desprende que la población de esa zona podría ser más lejana y llegar incluso a los 1,5 millones de años de antigüedad.
La investigadora señala que por aquel entonces la Península Ibérica debía ser mucho más cálida y húmeda que en la actualidad. En Granada, por ejemplo, se cree que había grandes extensiones de agua en forma de lagos.
Atapuerca, un paraíso El enclave en el que está situado Atapuerca debía ser una especie de paraíso para los pobladores de épocas tan remotas. Según la profesora de la Universidad de Zaragoza, había una vegetación muy rica gracias a varios ríos que atraviesan la zona y que entonces debían ser muy caudalosos. En un ecosistema tan poco alterado por la acción de sus habitantes, debían alternarse grandes extensiones boscosas con otras zonas abiertas, propias para la existencia de pastizales, donde debían alimentarse una gran cantidad de mamíferos, como ciervos, caballos, grandes bóvidos, liebres y conejos.
La colonia de castores debía de ser numerosa, a juzgar por los restos encontrados, y su labor de construcción de represas podría ser aprovechada por los pobladores humanos. También se han recogido restos fósiles de una especie de musarañas venenosas ya extinguidas.
Había igualmente una gran variedad de fauna voladora, así como anfibios y reptiles. Si a eso se une el hecho de que en el terreno se alza una amplia atalaya, desde la que la población humana podía controlar el paso de animales, y de que la existencia de numerosas cuevas y abrigos permitía refugiarse a los humanos más débiles o enfermos, puede aventurarse que fue una zona muy frecuentada en todas las épocas, aunque no puede establecerse por los restos encontrados si el homínido al que pertenecía la última mandíbula gozaba de la compañía de muchos congéneres.
Estos y otros enigmas forman parte de los retos futuros del equipo de paleontólogos de la Universidad de Zaragoza, en el que actualmente se integran, además de Gloria Cuenca-Bescós, Juan Rofes, María Melero, José Luis Barco, Diana Ramón, Raquel Rabal, Sergio Rasal, Javier Rubio y Cristóbal Rubio.
Fuente: http://www.heraldo.es
Autor: JOSÉ LUIS SOLANILLA