Hay un auténtico botín científico celosamente guardado en la piedra, en tierras al sur de Roca. Las excavaciones sorprenden a los 18 paleontólogos y técnicos que trabajan desde hace más de dos años. Hasta ahora son 16 titanosaurios mezclados con carnívoros que podrían haber sucumbido en un cataclismo. Pero también otras especies. La manada de titanosaurios estaba intranquila. Sólo los cachorros marchaban confiados, bien arrimados a sus mamás. Algo andaba mal: había un herido en el grupo y el peligro se olía en el aire por kilómetros. Ese brote de sangre llamaba a las bestias de dientes sobrecogedores, siempre al acecho, buscando un buen alimento entre los débiles.
Ni bien comenzó la estampida, sobrevino la catástrofe. Ni frágiles ni voraces, ni carnívoros ni herbívoros, sobrevivieron a un destino de sepultura.
*****
Parece un improvisado campamento en el desierto. Hay 18 hombres y mujeres -casi todos italianos- tendidos sobre tierra y jarilla, bajo un sol que por suerte no calcina como hace unas semanas. Tampoco el viento los intimida. Al fin y al cabo varios de ellos son paleontólogos.
Unos pican el suelo arcilloso, otros cincelan lo que al ojo del profano son apenas piedras. Mazas, palas, pinceles y espátulas completan el arsenal.
Todos siguen tan deslumbrados como en el momento en que supieron que estaban frente a uno de los mayores cementerios de titanosaurios de la Patagonia. Hasta hora hallaron restos de 16 dinos distintos de esa especie, y son muchos más. No sólo eso. Hay dientes de dinosaurios carnívoros que delatan una repentina aparición hostil. ¿Cómo se explica semejante acumulación de huesos diversos y desordenados, todos juntos sepultados hace unos 87 millones de años?
Un evento catastrófico, cuyas características aún no se puede precisar (tal vez una inundación o una avalancha), pudo haber sorprendido a estos descomunales reptiles.
Tan impresionante y rico es el hallazgo que aún no puede concluirse dónde terminará. Por lo pronto saben que la excavación más superficial realizada en los promontorios de la meseta árida revelan apenas la punta del iceberg:
" Un yacimiento que probablemente tenga kilómetros y kilómetros de extensión, con fósiles de titanosaurios y también carnívoros que pertenecieron al final del período Cretácico y que -según la teoría más considerada- sucumbieron por un cataclismo.
" Más abajo en la pendiente, otros huesos describen habitantes más viejos en por lo menos 120.000 años respecto del descubrimiento anterior.
" Y en la parte más baja de la superficie, en la base de las elevaciones, ejemplares mucho más antiguos aún. Hasta ahora hallaron restos de crías.
" Pero hay una diversidad mayor que excede a los dinos: fósiles de tortugas, vegetales y dientes de peces de agua dulce.
Todo esto fue bautizado como el Valle de los Titanos, al sur de Roca. Fuimos a verlo.
Un cementerio de gigantes Con paciencia oriental, los paleontólogos italianos y sus ayudantes, algunos de ellos argentinos, redibujan a pala y cincel la genealogía de los grandes dinos que reinaron en el suelo rionegrino.
"Río Negro" emprendió la travesía hasta el inhóspito lugar. Lomas cubiertas de matorrales espinosos, conforman el escenario del yacimiento.
Un sendero recorre las distintas cuadrículas con excavaciones. Las herramientas van dando forma al inmenso rompecabezas fósil.
A tan sólo dos semanas de iniciada la segunda etapa de la campaña, el equipo halló la fuerte concentración de titanosaurios de diversos tamaños, que descansan bajo tierra uno al lado del otro a nivel superficial.
Los expertos no salen de su asombro. "Es una acumulación extraordinaria porque los huesos aparecen enteros y en muy buen estado de preservación", apunta el italiano Giulio Pavia -profesor de la Universidad de Turín- mientras pincel en mano barría la arena sobre una pieza de saurópodo frente a sus ojos ávidos de información que permita interpretar cómo vivían y se comportaban estos seres del Cretácico.
Otro experto de primer nivel, Walter Landini -profesor de Paleontología e investigador de la Universidad de Pisa- nos muestra y explica cada pieza encontrada. En buen castellano dice que el año próximo volverán para intensificar la investigación. Subraya la riqueza científica y educativa que para esta región y toda Argentina proporciona este descubrimiento.
Pavia, Landini y otros expertos italianos pertenecen a la Red Italiana de Museos Pangea, que con instrumental muy avanzado, trabajó junto a la Fundación Patagónica de Ciencias Naturales en la prospección y búsqueda de esta antiquísima maravilla.
"Desde el punto de vista paleontológico esto no es habitual, es un reservorio único en la Patagonia", explica Pablo Chafrat, roquense y el más joven de los integrantes. .
Las piezas obtenidas en los cuatro puntos de excavación elegidos confirman la potencialidad del yacimiento. El excepcional amontonamiento fósil incluso dificulta la extracción porque los elementos están sobrepuestos.
"Este lugar nos sorprende todo el tiempo porque a medida que vamos avanzando en la montaña, va apareciendo el material", cuentan con entusiasmo los paleontólogos.
Un evento catastrófico El hallazgo desafía la lógica de los investigadores, quienes se debaten entre múltiples teorías respecto a las causas de la desaparición de los gigantes. Una de las conjeturas más firmes indica la ocurrencia de un gran cataclismo, como lo puede haber sido una inundación inaudita, que cubrió el área.
El terreno del descubrimiento -deducen- "es una formación geológica que evidentemente era una gran cuenca sedimentaria, una planicie al nivel del mar, con un importante hundimiento, donde un evento catastrófico posibilitó sepultar tremenda cantidad de animales".
Otros expertos, en ocasión de los descubrimientos en Los Barreales (Neuquén), han planteado la posibilidad de que una gran crecida -o varias de ellas- haya arrastrado especies vivas y muertas a una especie de resumidero donde se amontonaron. Los saurópodos, por cuestiones que tienen que ver con su descomunal tamaño y peso necesitaban estar en el agua o contacto inmediato con ella. Y donde ellos estaban había depredadores, fauna ictícola y carroñeros.
Los especialistas que trabajaron en este hallazgo del "Valle de los titanos" explican que para que se concrete la fosilización de un hueso es fundamental que rápidamente quede enterrado bajo tierra y sedimentos, tal como ocurre cuando se produce una avalancha, un desmoronamiento o una gran crecida. El agua ayuda a barrer los minerales que se asientan en las celdillas de los restos y sustituye el material orgánico por otro inorgánico.
Una piedra con la forma del hueso original es lo que se obtiene al final de este largo fenómeno natural de reemplazo molecular e intercambio mineral.
Hoy están trabajando en la recuperación de un esqueleto fósil del género Laplatasaurus, de gran porte, que se encuentra en excelentes condiciones.
También fueron extraídos restos fósiles de tortugas, vegetales, dientes de peces de agua dulce y un ejemplar juvenil de saurópodo (el dinosaurio herbívoro de mayor tamaño conocido).
No obstante, todavía quedan piezas de algunos ejemplares no clasificados aún debido a su inesperada aparición. Tal es el caso de un Saltasaurus, que se suma al Abelisaurus encontrado en la zona en 2005 y que se exhibe actualmente en el flamante Museo Patagónico de Ciencias Naturales.
Pero aparecieron dos familias más de carnívoros que no estaban registradas ni para este lugar ni para este evento". ¿Los acechadores y verdugos de los titanos? Eso creen.
El comienzo de una gran historia El equipo estima que serán necesarios más de 20 años para terminar de descubrir los secretos escondidos en la piedra. Los primeros vestigios y fragmentos encontrados son sólo "la punta del iceberg", ya que la roca también oculta fósiles varios niveles más abajo.
Por la fragilidad de los materiales que se manipulan, la paleontología es una tarea cuidadosa que obliga a perpetuar la detención del tiempo. El primer paso consiste en identificar los terrenos geológicos. Si bien existe instrumental que facilita la labor, el ojo entrenado de los expertos puede detectar señales naturales en los suelos. "Hay indicadores cromáticos en el terreno", precisó Juan Carlos Salgado, director del Museo Patagónico de Ciencias Naturales (frente al monumento de la manzana), quien reveló que en este caso, un camino de tierra rojiza en la montaña fue lo que indicó el área donde descansan los restos.
Una vez delimitado el espacio, desde un parapente a unos 50-100 metros de altura, operado desde la tierra, se tomaron muestras fotográficas aéreas para contar con un mapa de imágenes que permita ubicar puntos con Sistema de Posicionamiento Global (GPS).
Luego, con la ayuda de un georadar se midieron las diferencias de densidad de la roca, en la cual, una vez cumplidas todas estas fases previas, los técnicos se pusieron a excavar de forma exhaustiva y a rellenar una "cuadrícula en la cual se van mapeando los huesos según cómo van apareciendo", explicó Salgado.
Antes de ser extraídas, las piezas son endurecidas con una preparación de laca y solvente, que evita que los restos se desgranen y se quiebren. Posteriormente, éstos se envuelven en papel, arpillera y yeso, con los que se obtienen "bochones" (huesos compactados en bloques de yeso), que permiten trasladar el material sin dañarlo.
Una vez en el laboratorio, estos "bochones" se cortan para separar y limpiar las muestras, que finalmente están en condiciones de ser exhibidas en el flamante Museo en Roca, para cumplir su función didáctica.
Así, los fragmentos de estas maravillas de millones años podrán ser disfrutados.
Fuente: http://www.rionegro.com.ar
Autor: LORENA FAATH